LA INOCENCIA Y EL ESPÍRITU NAVIDEÑO
Si bien no de una familia acomodada, pero si de una familia de principios, educación y un arraigado espíritu navideño que hacían de esa época algo inolvidable, la inocencia de la niñez jugaba un papel sumamente importante que sazonaba aún más esas experiencias e ilusiones que venían con la llegada de diciembre, para el que por cierto parecía eterno el tiempo de espera.
Miguel, Memo y Fer, tres hermanos que heredaban todas estas costumbres y tradiciones de sus padres y éstos últimos de los suyos, hacían que la emoción fuera creciendo conforme la fecha se acercaba.
Uno de los preparativos más importantes, independientemente del árbol de navidad, era por su puesto “poner el nacimiento” ya que significaba que la llegada de los Reyes Magos estaba cercana.
Esto implicaba la participación de todos, que con gran alegría e ilusión iban sacando las piezas de las cajas para limpiarlas y pasarlas a los “mayores” quienes le daban forma a ese escenario de musgo, heno y troncos que finalmente quedaba muy bien iluminado representando el Nacimiento de Jesús.
Conforme a la tradición que les habían inculcado desde siempre, dentro de la representación del nacimiento de Jesús tres personajes importantes, “Los Reyes Magos” que de acuerdo a la historia relatada por sus padres, y dependiendo de su comportamiento comenzarían a “caminar” desde el nacimiento y a través de toda la casa hasta llegar a la puerta principal o a una enorme ventana, para después desaparecer y no ser vistos de nuevo hasta la madrugada del día 6 de Enero, cada uno resguardando los juguetes que correspondían Miguel, Memo y Fer , los tres hermanos a quienes Melchor, Gaspar y Baltazar respectivamente les traían sus juguetes.
Esa inocencia, la ilusión y la enorme emoción que se escuchaba cuando de vez en vez, los reyes magos habían “caminado” un poco más hacia la puerta, pues significaba que su comportamiento era correcto y los reyes estaban dispuestos a ir por sus juguetes.
Los tres hermanos debían recordar que, al menos durante este período, no debían pelear entre ellos o “desobedecer” a sus padres, pues los Reyes Magos podían dar marcha atrás y regresar al paso anterior, razón por demás preocupante para los tres hermanitos que sentían que de seguir así, los reyes no tendrían tiempo suficiente para llegar a la puerta antes del 5 de enero.
Al tiempo que se iban dando las posadas y preparativos para la cena navideña, se conjuntaba todo este ambiente por demás de armonía, hasta que por fin el tan esperado 5 de enero los Reyes Magos “mágicamente” habían caminado todos estos días, un paso a la vez, alcanzando la puerta principal para “desaparecer” subiendo al cielo por los juguetes para todos los niños.
Recuerden - decía su madre-, que el día 5 de enero deberán dormir temprano para que los reyes magos puedan traer sus juguetes, pues de lo contrario seguirán su camino sin detenerse en esta casa. Otra razón suficientemente fundada para obedecer y emocionarse ante su llegada, no sin antes haber escrito una carta donde les agradecían por sus regalos y describían los juguetes que en esta ocasión querían recibir, prometiéndoles portarse bien durante todo el año y obedecer a sus mayores.
La pequeña misiva debía depositarse dentro de uno de sus zapatos mismo que se colocaba en el nacimiento donde lógicamente regresarían los Reyes Magos.
Fer, el más pequeño de los tres hermanos, con emoción palpitante le era muy difícil conciliar el sueño, aun sabiendo que era indispensable no estar despierto a la llegada de los “Santos Reyes”, como les decían.
Sintió pasar el tiempo, minutos, horas eternas sin poder lograr quedarse dormido, razón que le inquietaba y que dentro de su preocupación le impedía aún más conciliar el sueño.
Ya todo en la casa era silencio, todos habían ido a dormir y sólo quedaba la espera del amanecer para finalmente, y después de tanto, pudiera salir a la sala y confirmar si los “Santos Reyes” habían vuelto a aparecer en el nacimiento resguardando el zapato correspondiente a cada uno de los tres hermanitos ya con sus juguetes.
-Si no puedo dormir, haré como que estoy dormido- pensaba. En un intento porque de esta manera los "Santos Reyes" no se dieran cuenta de que continuaba despierto.
Cualquier ruido insignificante volcaba su corazón, pues hacía suponer que ya habían llegado y estaban en la sala acomodando sus juguetes, y con esa curiosidad que caracteriza también a la infancia, entre abrió un ojo para tratar de ver en la oscuridad si ya estaban en casa.
Cual fue su sorpresa que ahí, justo a un lado de su cama, percibió la silueta de un enorme cuerpo que portaba una capa la cual el imaginó roja, y que por supuesto pertenecía a Gaspar, el Rey Mago que le llevaría sus juguetes.
Nuevamente su corazón dio un vuelco y pensó que esta vez sí lo habían sorprendido despierto y por consiguiente, no recibiría sus regalos.
Fingió y fingió estar dormido hasta que sin darse cuenta y a fuerza de tanto esperar, finalmente cayó en profundo sueño…
Era de madrugada, aún estaba obscuro pero la algarabía de sus hermanos se dejaba escuchar en la sala de la casa, esto fue lo que lo hizo despertar y ponerse alerta de lo que sucedía.
Lo primero que hizo fue voltear alrededor para buscar si no estaría por ahí el Rey Mago esperando que despertara para reprenderle por no haber estado dormido cuando el llego; de principio no percibió nada y alentado por sus hermanitos que ya veían sus juguetes en la sala y le gritaban:
-“¡Mira, ven, ven a ver que nos trajeron los Santos Reyes!-. Al momento de incorporarse para salir corriendo de su cama se da cuenta que, detrás de la puerta se encuentra “alguien” escondido ya que “su capa” , como el imaginaba, se percibe en la orilla de la puerta pero como aún esta obscuro y la luz del cuarto no está encendida, sino es la luz de fuera la que delinea la silueta de la “capa” detrás de la puerta, Fer detiene intempestivamente su brinco de la cama y dice a sus hermanos:
- ¡Es que no puedo!-.
Sus hermanitos continúan alentándolo e insisten en que salga para comparar sus regalos y por supuesto comenzar a abrirlos y jugar a esas horas, ¡sí, a esas horas!, pero Fer sólo se concreta a decir
– ¡Es que no puedo!, ¡no puedo pasar!
Finalmente Memo, su hermano mayor, decide ir por él a la habitación encendiendo la luz al entrar con lo cual, mágicamente desaparece la capa roja del Rey Mago que él veía detrás de la puerta y se da cuenta que se trata de una prenda roja que está colgada de la manilla de la puerta, y con esto quitándole ese peso de encima por haber estado “espiándolo” y ahora se convertía en un instante de nuevo en alguien en quien confiar y creer, pues no estaba detrás de la puerta para reprenderlo.
Fer, finalmente salió a la sala donde encontró, como cada año, su zapato a un lado de los juguetes que le correspondían y con la figura de Gaspar dentro del mismo, clara señal de que el Rey Mago había cumplido con su encomienda como cada año por lo que se sintió enormemente emocionado y confiado para abrir sus regalos olvidando el pequeño “incidente” que había vivido y ahora todo se convertía en alegría compartiendo, comparando y jugando con sus hermanos.
Ahí, en el último marco de las puertas que rodeaban la sala de aquella pequeña casa, Don. Miguel y Doña Margarita, padres de esos tres pequeños veían con gran emoción como una vez más, la leyenda cumplía su objetivo en complicidad con esa maravillosa capacidad de asombro, credulidad e inocencia, llevándoles felicidad, esperanza y alegría que todo niño debe tener al recibir sus juguetes cada 6 de enero, día de los Reyes Magos, o de “Los Santos Reyes”…
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